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Carmelitas descalzas

Carmelitas descalzas

Las Carmelitas Descalzas se sienten interpeladas por el Evangelio, y buscan responder a la invitación que nos hace Jesús resucitado, colaborando en su obra redentora de modo singular y siendo fieles a su carisma teresiano. Los carmelitas descalzos abrazan la vida religiosa “en obsequio de Jesucristo” acogiéndose a la protección de Nuestra Madre la Virgen María, e imitándola como modelo de configuración con Cristo. Viven su entrega a Dios formando una comunidad fraterna basada en la caridad, y están llamadas a la amistad con Dios mediante una vida orante, en escucha dócil a la inspiración del Espíritu Santo.

El origen de la Orden de las Carmelitas Descalzas está en Santa Teresa de Jesús. Cuando en 1562 fundó el convento de San José de Ávila, primero de la Orden carmelitana descalza.

Desde entonces las Carmelitas descalzas, reunidas, elegidas y convocadas por Jesucristo, el Señor, responden a su llamada. Se consagran a Dios en medio de la Iglesia, Cuerpo visible de Cristo, para mostrar a través de la oración, la comunión, la amistad profunda con Dios y a través de la fraternidad, su amor y caridad para con todos. Como contemplativas que son no realizan de modo directo ningún apostolado ni ningún servicio visible o caritativo en la Iglesia, pero trabajan con sus manos para subsistir y no ser gravosas a nadie, al tiempo que confían en la Providencia. Así se dedican, por entero, a vivir y mostrar que solo Dios basta y que ser cristiano es vivir la comunión con Dios y con los demás, como Jesús, como María.

El carisma de Santa Teresa, su fundadora, es un modo sencillo y esencial de vivir el Evangelio de Jesucristo a través de tres ideas fundamentales: ser comunidades, ser orantes y estar al servicio del Reino de Dios. Buscan realizar de esta manera el misterio de la Iglesia como comunidad, a través de la sencillez y el espíritu de familia que caracterizan la fraternidad teresiana, que no es sino un pequeño colegio de Cristo, reunido en torno al Maestro, espiritualmente presente.

Por eso, su compromiso fundamental es la oración asidua, constante, permanente. Solo en Él tiene lugar la experiencia radical de la fe y el conocimiento personal de Dios en Jesucristo, que las hace testigos cualificadas de su Palabra y su Misión. Este estar ante Dios por toda la humanidad tiene una importante dimensión eclesial y misionera: ser de aquellos con los que el Señor siempre pueda contar animando con la oración y el ejemplo a los que directamente predican el Evangelio, cuidan de las iglesias y se ocupan de la caridad.

La Virgen María ocupa un lugar privilegiado en la historia del Carmelo y, desde el principio, inspira la vida de las Carmelitas que desean imitar a la Virgen de nazarena.

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