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Dominicas
Dominicas
Cuando se habla de la espiritualidad de los dominicos, del modo en que se relacionan con Dios y de la forma de vida religiosa, se suele hacer referencias a cuatro pilares: la oración, la comunidad, el estudio y la predicación. Junto a estos hay otros aspectos complementarios de unifican y vigorizan los cuatro pilares anteriores: la condición de orden mendicante, la itinerancia y el sistema democrático y plural de su orden interno.
Los dominicos surgieron a comienzos del siglo XIII como una orden mendicante más, dentro del movimiento revitalizador que surgió entre el pueblo, ante la necesidad que sentían las gentes de acercarse a la Palabra de Dios. Santo Domingo planteó esta aproximación a las gentes al estilo apostólico: estando en camino, con un bastón, sin pan, sin alforja, ni dinero en la faja (cf. Mc 6,8), para difundir con humildad y pobreza el Evangelio. Vivir en pobreza y sin prepotencia ayuda a que los demás les vean próximos.
Mas, pobreza no significa incultura. Santo Domingo comprendió que era necesaria la cultura para saber hacer llegara a los corazones de las gentes la vida de Cristo y su Palabra. Por ello, el estudio orante, puesto a la escucha del Espíritu Santo, es fuente de sabiduría y medio de apostolado. Por ello sus predicaciones suenan a verdad, porque han sido reflexionadas humildemente a los pies de la Cruz.
Así cuando buscan humildemente la verdad del Evangelio, con corazón limpio y puro, la encuentran, la interiorizan y la hacen suya, en un camino constante de conversión al Señor guiado por el amor que Dios nos tiene.
El estudio tenaz y dedicado constituye, por el esfuerzo que requiere, una actitud ascética de crecimiento interior que les lleva al servicio que, por su cultura, les encamina hacia la docencia y formación de los jóvenes.
La itinerancia es uno de los rasgos fundamentales de la Orden de Predicadores. Ser itinerante es saberse siempre de paso, vivir en la provisionalidad, en servicio a los demás. Es el carisma que lleva al desprendimiento, la sencillez y el abandono de su propio ser en oblación al Señor y a los hermanos de comunidad y de humanidad. Les lleva a comprender que están al servicio de todos los pueblos.
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